Escribe: Soldado Raso
Por salvar la vida de sus seres queridos decenas de familias se han endeudado prácticamente de por vida o han malvendido preciadas propiedades para poder pagar las elevadas cuentas que facturan las clínicas privadas y que van desde los 100 mil a 300 mil soles.
Ante el colapso de los hospitales públicos las clínicas son una alternativa para salvar la vida de los contagiados por el COVID-19, pero a un alto costo. Las facturas son tan altas que, como se dice popularmente, la gente está vendiendo su alma al diablo para poder pagar.
Según las creencias cristianas tradicionales en el pacto con el demonio la persona ofrecía su alma a cambio de favores diabólicos poderosos (vida eterna, riqueza, amor o poder).
Y con la pandemia parece que el diablo cambió de apariencia y se convirtió en clínica privada. El penetrante olor a azufre del infierno se convirtió en olor a brisa marina que se siente en las salas de espera de las clínicas que comparadas con los hospitales públicos parecen hoteles de 5 estrellas.
La desesperación por salvar a un paciente con el coronavirus llevó a la familia Herrera R. a pagar 100 mil soles a la clínica Ricardo Palma en mayo. Hoy la cuenta ha subido a cerca de 300 mil soles, según el portal convoca.pe.
Este es solo uno de los tantos casos que se están denunciado y que nada se podrá hacer porque en el Perú no existe regulación de precios, ni siquiera para salvar la vida humana porque así está escrito en la Constitución.
El Estado poco puede hacer para detener estos abusos porque los defensores de estos negocios saldrán a recordar muy circunspectos que nadie puede cuestionar sus cobros porque sería como atentar contra las sagradas escrituras del libre mercado, la libertad de empresa y la iniciativa privada.
Parece que para las clínicas privadas están experimentado su fiebre o boom de la pandemia. Así como en su momento hubo un apogeo del caucho y del guano en el Perú. La diferencia que en esta oportunidad se hace dinero a costa de la vida de seres humanos.