Las mujeres, hace miles de años, cumplieron un importante rol en el desarrollo de las sociedades antiguas, como lo señalan las evidencias recuperadas en los diferentes asentamientos de la Civilización Caral, la más antigua de América, formada en el área norcentral del Perú, hace 5000 años.
Ellas tuvieron acceso a funciones relevantes en la organización sociopolítica, económica y religiosa, y fueron cogestoras de una civilización que produjo ciencia, arte y tecnología.
Las sociedades ancestrales promovieron la relación en armonía entre ambos géneros y la necesidad de complementar sus funciones para lograr las condiciones de beneficio social general.
LA MUJER EN EL REGISTRO ARQUEOLÓGICO
En Caral hubo mujeres con autoridad sociopolítica, como lo evidencian dos esculturas recuperadas en Miraya, valle de Supe, que representan a dos individuos importantes: la mujer, ataviada con una fina vestimenta y dos collares, y el hombre, con orejeras y collar, que la observa con temor. En Vichama, ubicado en el valle de Huaura, se recuperó una ofrenda con tres esculturas: una deidad o sacerdotisa y una pareja de autoridades. La mujer principal, parecida en sus rasgos a la de Miraya, está de pie, es de mayor tamaño, y exhibe un total de 28 dedos.
Asimismo, en uno de los edificios piramidales más importantes de Áspero, ciudad pesquera de Caral, llamado «Huaca de los Ídolos», fue encontrado el cadáver de una mujer de entre 40 y 50 años de edad, que llevaba prendas indicadoras de su alto estatus. Se le denominó “Dama de los cuatro tupus”, por los cuatro prendedores con tallas de aves y monos, elaborados de huesos de mamíferos, que portaba.
En el ámbito económico, la mujer desarrolló actividades productivas al igual que el hombre. En la Ciudad Sagrada de Caral, ubicada en el valle de Supe, fue exhumado el entierro de una mujer adulta dedicada a la producción de tejidos. En Áspero se han recuperado contextos funerarios de mujeres que presentan exostosis auditiva bilateral, producida por inmersión continua, lo que demuestra su participación en la vida laboral marina, y su significativa contribución al desarrollo económico.
Por otro lado, los artistas de las sociedades de Caral y Vichama modelaron esculturas que representan a mujeres sosteniendo en brazos a bebés o dándoles de lactar. La representación de esta función y la ubicación de estas esculturas en contextos rituales, evidencian que el rol de la mujer como madre fue valorado más allá de una aparente cotidianidad.
COMPLEMENTARIEDAD DE GÉNERO
Antiguamente, mujeres y hombres desarrollaron actividades complementarias en todos los ámbitos. Esto se evidencia incluso en la cosmovisión andina, que reconoce a deidades como Pachamama y Cochamama, madres y dadoras de los recursos terrestres y marinos, respectivamente. Eran hombres los cerros, apus o jircas, de donde bajaba el agua para regar los cultivos. La Luna o Quilla era la deidad femenina sideral cuyo par era el Sol, Inti o Huari masculino.
En los diseños de los centros urbanos de la civilización Caral se observa complementariedad y dualidad: los dividieron en mitades que representaban diferentes relaciones sociales, políticas y religiosas, y posiblemente a linajes femeninos y masculinos. En tiempos posteriores, las Capullanas o Tallaponas eran las gobernantes de sociedades costeñas, y la Coya era el equivalente de una reina en la sociedad Inca.
Mientras ambos géneros eran considerados diferentes en cuanto a las funciones que debían realizar, también había convicción en cuanto a su complementariedad. Ambos gozaban del mismo respeto y acceso a las diversas posiciones sociales, políticas y religiosas. Valor ancestral que sirve de reflexión para las sociedades del presente.
DATO
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