Por Raul Sotelo L.
Se jugaba los 59 minutos del partido de fútbol entre los seleccionados de Perú y Colombia, cuando James Rodríguez cayó al engramado del estadio quejándose de haber recibido un fuerte golpe. El peruano Aldo Corzo se acercó al caído y cuando todos creían que lo auxiliaría, lo agredió verbalmente y a viva voz le mentó a su madre instándolo a que se levantará, pues estaba fingiendo.
Corzo, tratando de justificar su mala acción apelando a lo más ruin y vulgar como es mentar a una madre, declaró a un diario «son cosas que pasan en un encuentro futbolístico, y en el fragor de la contienda uno se acuerda de la madre de sus rivales».
Este sujeto pide a gritos su tratamiento psicológico. Cometió un acto canallesco en agravio de un colega de profesión sea de la nacionalidad que fuera, mencionando le a su progenitora que nada tenía tal dama que ver en el juego.
Corzo seguirá en su errática carrera como futbolista, pues ni la Federación ni el conocido apañador de mala conducta de algunos seleccionado como el DT Gareca, lo han sancionado por su grosera intervención vista por todo el público asistente.