Por: Raúl Sotelo L.
El mandatario Pedro Castillo perdió la batalla ante el que fuera general del ejército, ahora elegido como presidente del Congreso, don José Williams.
De primera intención Castillo lo había invitado para una reunión de «coordinación de trabajo» en Palacio de Gobierno, o sea en su cancha; sin embargo Williams sacando de su cartuchera su don de mando militar, ofició al inquilino del Palacio de Gobierno ir al Congreso para «evaluar las iniciativas presentadas por ambos poderes del Estado», incluso como si fuera una orden, le fija día y hora para su comparecencia.
Castillo sumisamente ha aceptado y se presentará y sentará frente a frente al congresista que por dos veces desde su curul ha pedido su vacancia presidencial. O sea, mirará los ojos de su verdugo que ha pedido su cabeza.
Será un diálogo entre sordos, pues, el Ejecutivo y el Legislativo son dos poderes cuyo único objetivo es tumbarse uno al otro.
Cuando se despidan ambos presidentes luego de una conversación que tendrá sabor a nada; el militar retirado ,ahora metido a político sin saber leer ni escribir, musitará para sus adentros y con una sonrisita sarcástica: «pa’ bravo yo, maestrito».
Castillo se retirará rumiando su impotencia y su falta de carácter. Días negros se le avecinan.
¡Qué Dios salve al Perú, si es que puede!