Carlos III llegó este martes a la región británica de Irlanda del Norte, que durante décadas vivió un conflicto entre leales a Londres y a Dublín, en su primera visita como rey tras suceder a su madre, la reina Isabel II.
El nuevo jefe de Estado está visitando las cuatro naciones que conforman el Reino Unido -Escocia, Gales, Irlanda del Norte e Inglaterra- para reunirse con sus líderes políticos y religiosos.
Profundamente devotos de la reina fallecida el jueves, los unionistas norirlandeses, protestantes, temen que su causa, la pertenencia al Reino Unido, se vea debilitada en un contexto político alterado por la salida de la Unión Europea, y por el avance de los nacionalistas republicanos y católicos, partidarios de la reunificación con la vecina Irlanda.
Carlos III se reunirá con representantes de la región en el castillo de Hillsborough, en el sur de Belfast, y asistirá a un servicio religioso anglicano en memoria de la reina al que asistirán incluso representantes republicanos, que se han sumado a los elogios a la monarca, aparcando las diferencias históricas.
«Reconozco que fue una líder valiente y amable», dijo el lunes Michelle O’Neill, la vicepresidenta del Sinn Fein, antigua vitrina política de la organización armada católica norirlandesa IRA (Ejército Republicano Irlandés).
Sin embargo, no podrá reunirse con el jefe del gobierno regional porque las desavenencias entre los representantes políticos de ambas comunidades han impedido elegir uno desde las elecciones de mayo.