Por: Raúl Sotelo (Sosung)
Estaba en la caja de un conocido supermercado esperando la cuenta de los productos que había comprado. De pronto observé que en la pantalla de la cajera figuraba un artículo que en ningún momento había puesto en el coche.
“Señorita, no estoy llevando melocotones, sino melones”, le reclamé. La joven me mira desconcertada y me responde con seguridad. “No señor, son melocotones.”
En ese momento pensé que 50 años de mi vida (más IGV) había vivido totalmente equivocado y que cada vez que comí un jugoso melocotón en realidad se trató de un melón y que cuando compré melones eran en realidad melocotones.
“Con razón, el último melocotón que comí no tenía la cáscara aterciopelada y suave, sino que era rugosa y áspera. Se había tratado de un melón, según la lógica de la vendedora.
Pero tras algunos segundos de dudas reaccioné y decidí defender mis básicos conocimientos frutícolas. “Señorita, esto no es melocotón, es un melón”, le dije con seguridad.
Ante mi réplica, la joven cajera decide someter la cuestión a un arbitraje y llamar a su supervisora que tenía casi su misma edad, unos veintitantos años aproximadamente. “Ahora falta que diga que no es melón ni melocotón, sino una sandía”, pensé.
Felizmente, la supervisora zanjó la discusión y dio un fallo inapelable. “Son melones… y Coquito”, agregó con aire de suficiencia. Fin de la discusión. La jovencita guardó silencio, corrigió la cuenta y rápidamente dio solución al tema.
Este episodio me hace pensar que hay que estar más atentos cuando estamos pagando y no confiar que el sistema no se equivoca.
El precio de los melones era algo de 5 soles y el de melocotones bordeaba los 30. Es decir, me llevo el producto elegido, pero con un precio más que triplicado.
La pregunta es. ¿Cuántas veces hemos colocado en nuestros coches de compras un producto, pero nos cobran por otro que es más caro?
¿Qué pasa en la contabilidad de ese supermercado con todas las compras que tienen el mismo cobro equivocado? ¿A dónde va la diferencia?
¿Alguien ha recibido una llamada de un supermercado diciéndole que hay un saldo a su favor porque le cobraron más por un producto que no llevó? ¿Es solo un error de no saber distinguir una fruta de otra?
Cuando pague en un supermercado mire que cada producto sea registrado con su verdadero precio. No vaya ser que por una barra de Sublime le cobren el precio de un chocolate Godiva, esos que tanto le gustaba a una ex primera dama.
