Por: Raúl Sotelo L.
Al ser entrevistado el fiscal superior Rafael Vela sobre la extradición del expresidente Alejandro Toledo de los Estados Unidos a nuestro país, no se cansó de llamar «señor» repetidamente al exmandatario: «señor Toledo, señor Toledo, señor Toledo, y señor para arriba y señor para abajo.
Este individuo violentó su juramento ante un crucifijo arrollándose hipócritamente como lo hacen muchos, y para evadir la justicia huyo al exterior.
Llamarlo señor es un contrasentido, ahora solo es Alejandro Toledo y nada más. Su desvergüenza es tal que no acepta su extradición y al frente de sus costosos abogados ha presentado recursos legales para dilatar el proceso.
Tarde o temprano Toledo estará en el banquillo de los acusados para escuchar su condena y luego ser internado en un penal. Será un reo más.
Señor, sí podrá ser un esforzado albañil, un sudoroso vendedor ambulante, un comerciante que madruga, un incansable agricultor, un atento mozo de restaurante.
En la política peruana embarrada por la corrupción, un cualquiera es un «señor». Lo encontramos en el Congreso, en Palacio de Gobierno, en una Corte de Jueces y Fiscales, en los ministerios
Para ser un auténtico SEÑOR, no se necesita exhibir medallas, títulos, galones, condecoraciones, fajines, ni lucir frac. Solo ser honesto y pulcro en sus acciones, aunque vista como un plebeyo.