Por: Raúl Sotelo L.
En los circos de antaño se presentaba un acto que despertaba la expectativa del público por su alto grado de peligro.
La joven mujer se ubicaba delante de un amplio y redondo madero con los brazos extendidos y las piernas separadas. Frente a ella su pareja de actuación con varios cuchillos largos en las manos, los lanzaba uno por uno en los espacios libres que dejaba la mujer en el madero. El redoble del tambor de los músicos daba al momento vivido por la multitud en las galerías, una enorme tensión. Algunos se ocultaban el rostro para no mirar la escena. La artista no sufrió ningún rasguño.
No lleva ni dos meses tratando de acomodarse en el sillón presidencial, y ya Pedro Castillo como presidente del Perú presiente que filudos cuchillos penden sobre él listos para agujerearlo.
El primero y principal lanzador es sin dudas el que representa la apolillada y cavernaria derecha: el medio millar de congresistas obstruccionistas; la casi totalidad de los medios periodísticos con El Comercio como fuerza de choque; algunos engalonados camuflados bajo las insignias de un fusil, un avión o barcos comprados con sobreprecio.
Alguien alguna vez inventó este refrán: «que aquellos que nunca recibieron dinero maloliente en maletines para su campaña electoral; o para depositarlos en bancos extranjeros producto de sobornos; o que aprovechando ser abogados de alta nota se coludieron con políticos corruptos; pues que se atrevan a lanzar el primer cuchillo sobre Castillo.
Levántese presidente, váyase y no peque más. No se confíe ni de los que están cerca de su trono. Recuerde que a veces uno duerme al costado del enemigo sin saberlo.