Por: Raúl Sotelo L.
El presidente Pedro Castillo al pedir la renuncia de Guido Bellido como presidente del Consejo de ministros, se ha colocado la soga del ahorcado.
El Congreso le ha doblado el brazo y hacerlo besar la lona del ring. El mandatario quizás ignore que él será la próxima víctima de la jauría congresal. Más tarde que temprano pedirán su vacancia como presidente. Tienen suficientes votos para lograrlo.
Bellido tenía agallas y era el único que le paraba «el macho» a ese rebaño que copa el Congreso. Castillo supone erróneamente que, quitando a Bellido del camino, las aguas infectadas de tiburones se aquietaran.
Acuérdese que ese tropel de congresistas no se contenta con la cabeza de Bellido que usted les ha regalado en una bandeja.
Ellos terminarán con aplastarlo con sombrero y todo.